It’s hard for me to pay attention.

I really don’t know if it’s always been like this for me or if it’s something that has developed over time, but it’s difficult. It’s as if I’m thinking quickly about many things and, at the same time, not thinking about anything.

Just as there are moments when my mind is very scattered, there are others when I enter hyperfocus mode, and I can easily spend three hours on a task without noticing the passage of time. Which is good, now that I’m writing my master’s thesis (wohoo, send me good vibes).

The mind has always been a subject of study. However, there are no concrete scientific records of how many thoughts we have per day.

In 2020, a study published in the journal Nature Communications published what is still recognized today as the most accurate estimate. The study consisted of monitoring the activity of 184 people using magnetic resonance imaging and other methods, to analyze what scientists call “thought worms.”

In simpler terms, they tracked the “life cycle” of thoughts: where they begin and where they end.

The study showed that a person experiences about 6,200 thought worms on any given day. However, the study is limited by the fact that participants were guided on the topics they would think about. That is, these were not involuntary thoughts. It’s as if you asked ChatGPT a question and kept a record of all the research it does before giving you an answer.

Other, somewhat less traditional approaches claim that the brain can generate around 60,000 thoughts per day, of which 95% are involuntary and, pay attention here, 80% are negative (Koenig, M., 2018).

Based on my experience, this figure seems a bit more realistic to me, but I leave that up to your discretion.

Since I have trouble concentrating, I have been intentional about creating strategies to keep myself focused. Such as speaking a little more slowly to make sure I’m not leaving anything out when communicating. Making a to-do list for the day. Minimizing distractions in my workspace.

And although these are things I can somehow control, there are other aspects of my environment that I can’t.

Reflecting on this, I came to the conclusion that life easily distracts me. Unconsciously, I have missed my present by thinking about what has already happened, what is yet to happen, or even the things I have to do today.

The days pass me by… but I don’t truly live them.

So I stop.

To be grateful for myself, because every time I surprise myself with what I am capable of doing.

For my family, who, although they must have gray hairs because of me, are still there for me.

For my friends, old and new. For being able to share with them and laugh until my stomach hurts.

For those leaders who have taught me and inspire me to dream higher.

Because God loves me so much that, in the last year, He has taken away many things that did not allow me to be 100% present.

I stop to recognize who is in front of me. To not let life distract me. To choose the good part that will not be taken from me (Luke 10:38–42).

Because today I am where I never thought I would be and because this is just the beginning of the best season of my life.

And of yours too, no matter when you read this.

Stop.

Don’t keep scrolling. Don’t think yet about the next task, that message you have pending, or what you’re going to do after reading this.

Take a real pause.

Close your eyes if you can. Take a deep breath. One more. And another.

Think about the last thing you achieved, no matter how small it seems. Think about that moment when you felt genuine joy, even if it was just for a few seconds.

And give thanks. God is still God.

Don’t let life pass you by, you pass through life!

There are ways to support my ministry: Buy me a coffee? :)

DETENTE!

Me cuesta prestar atención

Realmente no sé si ha sido así toda mi vida o es algo que se ha ido desarrollando con el tiempo, pero me cuesta.Es como si pensara rápidamente en muchas cosas y, al mismo tiempo, no pensara en nada.

Así como hay momentos en los que mi mente está muy dispersa, hay otros en los que entro en modo hiperfocal, y fácilmente puedo pasar tres horas realizando una tarea sin darme cuenta del paso del tiempo. Lo cual es bueno, ahora que estoy escribiendo mi tesis de maestría (wohoo, manden energías).

La mente siempre ha sido un caso de estudio. Sin embargo, no hay registros científicos concretos de cuántos pensamientos tenemos al día.

En 2020, un estudio publicado por la revista Nature Communications logró lo que hasta el día de hoy se reconoce como la estimación más acertada. El estudio consistió en monitorizar la actividad de 184 personas mediante resonancias magnéticas y otros métodos, para analizar lo que los científicos llaman “gusanos del pensamiento”.

En palabras más sencillas, rastrearon el “ciclo de vida” de los pensamientos: Dónde comienzan y dónde terminan.

El estudio demostró que una persona experimenta alrededor de 6,200 gusanos del pensamiento en un día cualquiera. Sin embargo, el estudio está limitado por el hecho de que los participantes fueron guiados sobre los temas de los que pensarían. Es decir, no eran pensamientos involuntarios. Como si le hicieras una pregunta a ChatGPT y llevaras registro de toda la investigación que hace antes de darte una respuesta.

Otros enfoques, un poco menos tradicionales, sostienen que el cerebro puede generar alrededor de 60,000 pensamientos al día, de los cuales el 95% son involuntarios y, ojo aquí, el 80% son negativos (Koenig, M., 2018).

Basada en mi experiencia, esta cifra me parece un poco más real, pero lo dejo a tu discreción.

Precisamente porque me cuesta concentrarme, he sido intencional en crear estrategias para mantenerme enfocada. Como hablar un poco más pausado para asegurarme de que no estoy omitiendo nada al momento de comunicarme. Hacer una lista de quehaceres para el día. Minimizar las distracciones en mi espacio de trabajo.

Y aunque esas son cosas que de alguna forma puedo controlar, hay algunas otras de mi entorno que no.

Meditando en esto, llegué a la conclusión de que fácilmente la vida me distrae.

Inconscientemente me he perdido de mi presente por pensar en lo que ya pasó, lo que ha de pasar o incluso las cosas que tengo que hacer hoy.

Los días me pasan… pero yo no a ellos.

Así que me detengo.

A agradecer por mí, porque cada vez me sorprendo más de lo que soy capaz de hacer.

Por mi familia, que aunque ya deben tener canas a causa mía, siguen estando ahí para mí.

Por mis amigos, los viejos y los nuevos. Por poder compartir con ellos y reírme hasta que me duela el estómago.

Por aquellos líderes que me han enseñado y me inspiran a ir por más.

Porque Dios me ama tanto que, en el último año, me ha quitado muchas cosas que no me permitían estar 100% en mi presente.

Me detengo a reconocer quién está enfrente mío. A no dejar que los afanes de la vida me distraigan. A escoger la buena parte que no me será quitada (Lucas 10:38–42).

Porque hoy estoy donde nunca pensé estar y porque esto apenas es el inicio de la mejor temporada de mi vida.

Y de la tuya también, no importa cuándo leas esto.

Detente.

No sigas deslizando. No pienses aún en la próxima tarea, en ese mensaje que tienes pendiente, en lo que vas a hacer después de leer esto.

Haz una pausa real.

Cierra los ojos si puedes. Respira hondo. Una vez más. Y otra.

Piensa en lo último que lograste, por pequeño que parezca. Piensa en ese momento en el que sentiste alegría genuina, aunque haya sido de segundos.

Y agradece. Dios sigue siendo Dios.

No dejes que la vida te pase, pásale tu a ella!

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Koenig, S.M. Los Ciclos del Alma (2018).